sábado, 6 de octubre de 2012

Pájaro


Aterrizo del cielo al césped que separa la playa del paseo, para hurgar las migas de pan del papel de aluminio que un niño había dejado en el suelo. Estuvo a punto de devolvérselas pero el hambre se estaba haciendo más fuerte que la amabilidad.
Después de comer y calmadas así sus ansias y su furia, recuperó su verdadera personalidad. Estable, relajada, paciente, amable y feliz el ave empezó a volar a toda velocidad a dos uñas del mar para conseguir un poco de adrenalina. Costeó las playas de aquel bonito pueblo y se detuvo sobre un acantilado situado a la punta de la cabeza que ponía fin a la bahía. Mientras el viento despeinaba sus plumas, ella perdía su mirada en el horizonte. Se sentía útil y poderosa, a pesar de la inmensidad o infinitud de lo que nos rodea.


Dos jóvenes menores de edad estaban cansados de hacer siempre lo mismo y hartos de su rutina, propusiéronse ir a disparar desde el tejado el rifle de balines de su abuelo. Apuntaron hacia el acantilado de la cabeza de la bahía y el pájaro era el blanco de la cruz de la mirilla. Sin pensarlo, el mismo que estaba apuntando disparó perforándole el cuerpo y las dos alas.

El pájaro pudo conocer durante pocos segundos la volatilidad del poder y del ser, y qué era realmente sin la ‘nube’ de su amor propio: tendía a nada.
Murió con la duda de si a través de la autoestima y el sentirse alguien sólo veía sombras, y en caso que así fuere, si estas sombras que distorsionan la realidad no son de ayuda, o por lo mismo, sí lo son.