domingo, 20 de mayo de 2012

El hombre del saco

- A la cama niños, o vendrá el hombre del saco! y no querreis ver a lo lejos de esta bonita casa de campo los ojos rojos de un señor casi ahogado por su propio bello que se acerque sigilosamente, rompiendo el silencio con el roce de las plantas secas de nuestro campo trigo y convirtiendo la calma y tranquilidad en nervios, inquietud, angustia y miedo, verdad?
Los dos hermanos, de 11 y 13 años, se reían vacilando y hacían oídos sordos a los consejos de su madre pero, quedando retratada su aparente valentía, pronto se fueron a dormir.
Ahora estaban los dos tumbados a la cama, tapados hasta la nariz, agarrando fuerte la parte superior de la manta y mirando al techo. Ambos se arrepentían de no haber ido a dormir justo cuando su madre lo había mandado. Sentían un enorme desasosiego.
Pasaban los minutos como horas y los padres ya dormían. Al mayor de los hermanos le pareció haber oído el chirrido de la puerta del piso de abajo. No sabía disparar, ni siquiera sabía si estaba cargada, pero la escopeta de caza de su padre le daba la seguridad que necesitaba para bajar a ver que pasaba. El pequeño lo seguía a unos 5 metros pero se paró a la mitad de la escalera, le parecía más prudente observar todo desde allí.
Habiendo bajado las escaleras y escondido detrás de la barra americana de la cocina, respiró profundamente para intentar, sin éxito, desacelerar el pulso. Al escuchar que los pasos procedentes del cuarto de juegos se acercaban hacia la cocina, levantó la cabeza hasta que los ojos alcanzaron la altura de la barra para intentar ver sin ser visto quien se acercaba.
Jugando a la play no fallaba y la realidad no fue una excepción. Cuando vio a aquel gigantesco, peludo y jorobado extraño con un saco lleno cargado a la espalda, se puso nervioso, se levantó temblando con la escopeta, apuntó al pobre hombre mirándolo de reojo como si lo hiciera sin querer, giró la cabeza y disparó. Su cara quedó irreconocible de tal manera que sólo los dientes, huellas o pelos podrían revelar su identidad.
El padre no estaba. Tras el disparo, la madre llamó a la policía y asustada bajó al piso de abajo. Menuda navidad les esperaba!
Al ver la situación, abrazó a sus hijos y llorando desconsolada con la garganta casi asfixiada, se los llevó a su habitación. Al cabo de una hora llegó la policía y tras examinar el cuerpo explicaron que aquél señor llevaba una barba blanca postiza, un almohada para parecer más gordo y un saco lleno de regalos. El hermano mayor creía haber matado a Papá Noel, quien por lo visto, no era gordo y ni siquiera tenia pelo suficiente para dejarse barba.

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