sábado, 6 de octubre de 2012

Pájaro


Aterrizo del cielo al césped que separa la playa del paseo, para hurgar las migas de pan del papel de aluminio que un niño había dejado en el suelo. Estuvo a punto de devolvérselas pero el hambre se estaba haciendo más fuerte que la amabilidad.
Después de comer y calmadas así sus ansias y su furia, recuperó su verdadera personalidad. Estable, relajada, paciente, amable y feliz el ave empezó a volar a toda velocidad a dos uñas del mar para conseguir un poco de adrenalina. Costeó las playas de aquel bonito pueblo y se detuvo sobre un acantilado situado a la punta de la cabeza que ponía fin a la bahía. Mientras el viento despeinaba sus plumas, ella perdía su mirada en el horizonte. Se sentía útil y poderosa, a pesar de la inmensidad o infinitud de lo que nos rodea.


Dos jóvenes menores de edad estaban cansados de hacer siempre lo mismo y hartos de su rutina, propusiéronse ir a disparar desde el tejado el rifle de balines de su abuelo. Apuntaron hacia el acantilado de la cabeza de la bahía y el pájaro era el blanco de la cruz de la mirilla. Sin pensarlo, el mismo que estaba apuntando disparó perforándole el cuerpo y las dos alas.

El pájaro pudo conocer durante pocos segundos la volatilidad del poder y del ser, y qué era realmente sin la ‘nube’ de su amor propio: tendía a nada.
Murió con la duda de si a través de la autoestima y el sentirse alguien sólo veía sombras, y en caso que así fuere, si estas sombras que distorsionan la realidad no son de ayuda, o por lo mismo, sí lo son.

viernes, 27 de julio de 2012

Conversación en bar irlandés

- Verás, no quiero mentir a una persona nada más conocerla porque me convertiría en un mentiroso y yo, desde que era crío, he despreciado a los mentirosos. Como no quiero tener motivos para despreciarme, voy a hacer algo propio de mi: decir la verdad.
Soy perseguido por la policía.
- Co..como? - tartamudeó la morena.
- Mm..me pepersigue la policía - tartamudeó él vacilando.
- Pero que quieres decir, que la policía te persigue?
- Soy perseguido por la policia, me persigue la policia, la policia me persigue e incluso se puede decir que la policía va detrás de mi. No te impresiones, es todo por lo mismo.
- No me impresiono, sólo me asusto...
- No es poco
- El qué?
- Nada, da igual...

- Entonces, si no eres ningún mentiroso, vas a contarme porque te persigue la policía, no?
- No.
- Como que no?
- Pues como que no.

La chica empieza a hacer gestos característicos del no saber qué hacer: mirar a su alrededor como si buscara algo o alguien, dar un trago a una botella casi vacía, rascar la etiqueta de la misma, mirar la hora, sacar el móvil...

- Soy hacedor de risas.
- Qué?
- Que soy hacedor de risas, en serie. Hago que la gente se ría.
- Querrás decir en serio, no?
- Se hablar, en serio. Soy hacedor de risas en serie. 

La chica no puede evitar soltar una gran carcajada provocada más por la confusión del no saber si algo va en serio o no que por otra cosa.

- Shtttt, no te rías, me estan buscando y si ven que ríes van a sospechar! desde la última luna nueva, todos los que van de listillos o graciosos son detenidos, siempre que les pillen, claro. Yo no quiero que me pillen, si que quiero escapar. Entiendes?
- Claro... si quieres ven a mi casa, vivo justo encima. Puedes esconderte unos días allí.
- Tu exceso de generosidad la convierte en un defecto. Casi no nos conocemos, podría matarte, estas loca?!  muchas gracias, pero no quiero vivir con una loca.

La chica para no llamar la atención ahora se aguantaba la risa provocada esta vez por la absurda imagen que daba su compañero.

- Muchos estarían atónitos ante esta situación, en cambio tu, tu joven chica, te ríes mucho... No me gusta.
- Ven, va, no seas tonto.
- No, gracias. Tengo que irme. Ya nos veremos.

viernes, 8 de junio de 2012

La camisa negra de algodón

Y la enterraron junto con su dueño al cementerio de Priego.

Su propietario era su portador. Era un hombre tan ocupado como corrupto, de unos 45 años aproximadamente, alto, grande y muy muy sudoroso. Tenía más ego que Tony Montana y un autobús de argentinos juntos. Su prepotencia causó mi odio, y este mi alegría tras saber de su muerte, pero yo no cometí ese asesinato.

Fue su camisa, y lo comprendo, tenía motivos y no eran pocos.
Su algodón absorbía su maloliente sudor en pleno verano, tenía que hacer siempre lo que él hacía y escuchar todas sus palabrerías, se manchaba de lo que no comía y era el pañuelo de su propietario. Aquella dejadez y constantes maltratos no dejaban vivir a la pobre prenda.
Voces afirman que su propietario, después de dejarla inconsciente con uno de los peores instrumentos de tortura, la lavadora, la colgaba del cuello y a las pocas horas la ataba y quemaba con una plancha. Aquél cínico portador quería relucir y le daba igual como.

Por todo ello y mucho más, el pasado mes de mayo la camisa negra de algodón cometió ese asesinato. Lo hizo a pleno sol, aprovechando que su dueño se dirigía solo al bar el pueblo a por tabaco.

Tras un fuerte suspiro y siendo consciente de lo que iba a hacer, se abrochó todos los botones para inmovilizar a la víctima y cual pitón, presionó sobre costillas y pulmones, causando la asfixia de su propietario. Este cayó muerto al suelo y a los pocos minutos arrestaron a la camisa.
Decenas de personas testificaron contra ella y fue condenada a pena de muerte, siendo enterrada viva con su dueño al cementerio de Priego.

Sus últimas palabras fueron “en mi vida, mi único acto de libertad ha sido cometer este asesinato, justo y merecido, por eso no me arrepiento ”

miércoles, 30 de mayo de 2012

El genio de la cerveza mágica


Un martes cualquiera, como cualquier otro martes, H y dos de sus mejores amigos fuéronse a la playa a pescar, lo que en realidad era una excusa para sentarse encima de sus toallas, hacer una hoguera y tocar un poco la guitarra, pero no sin antes haber comido unos bocadillos y bebido varias cervezas.
Después de ver el sol caer, bajaron del paseo para situarse en el sitio perfecto, a unos 15 metros de la orilla en un ligero pendiente ideal para acomodarse cara al mar.
Pasadas un par de horas se habían quedado sin reservas pero esto no suponía ningún problema. Sabían que a los 5 minutos un moro o similar se les acercaría para vender cerveza.
Al oír su persuasivo eslogan seguramente registrado y conocido ya universalmente, los tres amigos no pudiéronse resistir a comprar un par de litros. Abrieron la última y el sonido que hizo la lata se filtró por la cera de sus orejas y llegó al estómago, provocándoles el mismo escalofrío que el directo de una canción poco conocida pero que sabes de memoria de tu grupo favorito. Se la bebieron entre todos y no pasó nada.
A los 10 minutos, una de las cañas se dobló casi hasta romperse por la mitad pero H reaccionó rápido y logro mantenerla a salvo, incluso consiguió pescar lo que parecía ser un pez gordísimo.
Aquello no era un animal, era una enorme botella dorada de cerveza, pero sin cerveza. H la sacó del agua con la ayuda de una red y la secó frotándola con una de sus toallas. Un airecillo caliente salía de la botella acompañado por unos granitos de arena levantados por el mismo viento botellar.
Del interior de aquella mágica cerveza que sacaba airecillo y arena, no salió ningún genio. No pasó nada. Pasó lo mismo que pasa en esta habitación, nada.
Morir de aburrimiento también es doloroso y ahogado por el calor y la soledad, declaro y elevo a público que tu tiempo me pertenece, que mi pulmón derecho ha dimitido, que mi energía está en bancarrota y que reemplazando a mi corazón mi cerebro es ahora mi factor.

martes, 22 de mayo de 2012

Què passaria si tinguéssim permís d’armes:


Situació 1: fent classe a la Pompeu, dotze persones obren la porta i entren violentament per explicar que augmentaran els preus de les matrícules. Gràcies, no ho sabíem.
Entre ells, veus una noia amb el cap mig rapat, cara de gos rabiós i mirada de nimfòmana que arriba a la conclusió que com que no fem vaga, vol dir que volem pagar més. La mires indignat i obres la boca per intentar fer-la raonar però penses i saps, per experiència, que no val la pena. Ella segueix amb el seu discurs, dient que has de pensar i actuar. Aquelles paraules passen a ser buides quan surten de la seva boca i fan que tot et comenci a bullir. De sobte s’encén una ira incontrolable, et poses la mà a la butxaca interior de la jaqueta, treus una magnum i la dispares sense immutar-te; inclús tardes una mica a fer-ho per veure la seva reacció mentre l’apuntes.

Situació 2: vas amb moto conduint per una carretera de doble sentit. Un cotxe se’n va del seu carril en una curva mal agafada i et passa a 10 centímetres del retrovisor. Descontrolat un altre cop, empunyes el subfusil, derrapes per canviar de sentit i persegueixes el cotxe cridant mentre dispares sense aixecar el dit del gatillo fins que caigui pel forat del lateral de la carretera.

Situació 3: són les 3:30 de la matinada i encara no t’has adormit. Demà a les 9 tens examen i un tan insignificant com emprenyador mosquit espera que estiguis a punt d’adormir-te per posar-se a dos centímetres de la teva orella i brunzir. Ara, estimulat per la ràbia, estàs suficientment despert per aixecar-te del llit amb un objectiu clar: buscar i destruir.
Aquí entren les armes. Ja t’has aixecat quatre cops per, sense èxit, intentar-lo trobar. Amb una cremor interior més dura que la de quan un nen de 7 anys et molesta, t’insulta  i/o et pega i no pots fer res perquè és el germà de la teva novia, agafes la granada de mà que sempre guardes a la tauleta de nit, treus el seguro, la rebotes contra la paret i saltes pel balcó.

domingo, 20 de mayo de 2012

El hombre del saco

- A la cama niños, o vendrá el hombre del saco! y no querreis ver a lo lejos de esta bonita casa de campo los ojos rojos de un señor casi ahogado por su propio bello que se acerque sigilosamente, rompiendo el silencio con el roce de las plantas secas de nuestro campo trigo y convirtiendo la calma y tranquilidad en nervios, inquietud, angustia y miedo, verdad?
Los dos hermanos, de 11 y 13 años, se reían vacilando y hacían oídos sordos a los consejos de su madre pero, quedando retratada su aparente valentía, pronto se fueron a dormir.
Ahora estaban los dos tumbados a la cama, tapados hasta la nariz, agarrando fuerte la parte superior de la manta y mirando al techo. Ambos se arrepentían de no haber ido a dormir justo cuando su madre lo había mandado. Sentían un enorme desasosiego.
Pasaban los minutos como horas y los padres ya dormían. Al mayor de los hermanos le pareció haber oído el chirrido de la puerta del piso de abajo. No sabía disparar, ni siquiera sabía si estaba cargada, pero la escopeta de caza de su padre le daba la seguridad que necesitaba para bajar a ver que pasaba. El pequeño lo seguía a unos 5 metros pero se paró a la mitad de la escalera, le parecía más prudente observar todo desde allí.
Habiendo bajado las escaleras y escondido detrás de la barra americana de la cocina, respiró profundamente para intentar, sin éxito, desacelerar el pulso. Al escuchar que los pasos procedentes del cuarto de juegos se acercaban hacia la cocina, levantó la cabeza hasta que los ojos alcanzaron la altura de la barra para intentar ver sin ser visto quien se acercaba.
Jugando a la play no fallaba y la realidad no fue una excepción. Cuando vio a aquel gigantesco, peludo y jorobado extraño con un saco lleno cargado a la espalda, se puso nervioso, se levantó temblando con la escopeta, apuntó al pobre hombre mirándolo de reojo como si lo hiciera sin querer, giró la cabeza y disparó. Su cara quedó irreconocible de tal manera que sólo los dientes, huellas o pelos podrían revelar su identidad.
El padre no estaba. Tras el disparo, la madre llamó a la policía y asustada bajó al piso de abajo. Menuda navidad les esperaba!
Al ver la situación, abrazó a sus hijos y llorando desconsolada con la garganta casi asfixiada, se los llevó a su habitación. Al cabo de una hora llegó la policía y tras examinar el cuerpo explicaron que aquél señor llevaba una barba blanca postiza, un almohada para parecer más gordo y un saco lleno de regalos. El hermano mayor creía haber matado a Papá Noel, quien por lo visto, no era gordo y ni siquiera tenia pelo suficiente para dejarse barba.

martes, 15 de mayo de 2012

El cuento del camello


Abrió los ojos casi al mismo momento que se levantó de la cama. Qué pesadilla.
Era un día cualquiera, como cualquier otro día. H se encontraba sujeto a su plantación de setas alucinógenas. A mi me gusta llamarlas desalucinadoras, pues cortan la apariencia superficial de las cosas y permiten examinarse a uno mismo.
Todo se movía y los colores brillaban más que nunca. Entraba el sol por la ventana. Él, sin éxito, intentó tapiarla para que no pasara pero era demasiado tarde. El sol ya había fundido los cristales y se había sentado con pose de chulo sobre el escritorio de madera de su habitación. Al instante quedó el escritorio calcinado y el sol cayó al suelo junto con el portátil, la tele, unas botellas de cerveza de trigo y una réplica de un cuadro rojo con elefantes de Dalí. H se quedó atónito y sin voz. No le salían las palabras, le temblaban hasta los dientes.
De repente, los elefantes del cuadro rojo de Dalí le miraron fijamente y el sol empezó a orbitar a su alrededor. H se estaba quemando pero no podía ni gritar. No podía tocar nada porque las quemaduras pasaban a ser aun más dolorosas. Los elefantes se reían de él y hacían sonar su enorme trompa mientras bailaban claqué con sus interminables patas sobre las cenizas del escritorio que el sol había quemado antes sin querer.
H podía oír la voz de John Lennon de lejos, como si estuviera en otra habitación, pero estaba justo a su lado, dentro de una bandera. Le decía que defendía la revolución en nuestras cabezas, y que no necesitaba una espada para cortar flores. H le dijo que quería amar a una mujer. John le respondió que no, que lo que quería, lo que pedía, lo que de verdad necesitaba era ser amado.
H miró al sol, le pegó una patada y lo mandó al cielo otra vez. El sol ahora iba, cual ascensor, subiendo y bajando del cielo en línea recta haciendo amanecer y anochecer Barcelona dos o tres veces por minuto.
H miró a uno de los elefantes. Le besó pero era un beso sin amor, por lo que H entristeció y empujo con rabia a los elefantes dentro del cuadro rojo de Dalí. No quería saber más de ellos. Ahora sólo quedaban él y John Lennon,  a quien invitó a salir de la bandera y hacerse unos... unos sándwiches.
Los colores seguían siendo tan impresionantes como antes y ese día cualquiera se estaba convirtiendo en el día más feliz de su vida. John tomo prestada su guitarra acústica y mientras tocaba una relajada y maravillosamente indescriptible melodía le dijo entre muchos consejos ‘se feliz’, da igual con qué, pero no da igual con quien, porque de ese quien va a depender tu felicidad. H, pensativo, miró al suelo haciendo que sí con la cabeza. John se levanto y bateó su cara con la guitarra.
H no estaba dormido pero del golpe despertó. Abrió el armario, quiso regar sus amanitas pero alguien se las había comido todas. Esas amanitas eran para mí y lógicamente, me cabreé.
H, con un moratón en el ojo y sangre en la nariz, tuvo los huevos de decirme convencido tras contarme esa historia que él no se las había comido, que no sabía nada, y que si no me lo creía, que le preguntara a John Lennon.